Empieza a caminar, la madera esta fría y enciende uno de sus cigarrillos. Suspira el humo y mientras, se para a pensar.
Tiene los pensamientos fríos, se pone un calcetín de cerebro, lentamente, para recordar como debe quitárselo.
Sigue caminando y da otra c
alada a su cigarrillo. Sopla el humo y enciende la cafetera.
Tiene la nariz fría, se pone las manos delante de la cara y echa el aire para así calentar su nariz. Para poder moverla de arriba a abajo como un conejito. Recoge el cigarro que previamente había apoyado en un plato y aspira.
Tiene los pulmones fríos, se pone una mano en el pecho y la otra sujeta el cigarro de forma desafiante. Da una calada a su cigarrillo y hace círculos de humo en el aire.
Tiene el corazón frío y no se pone nada. Sabe que el corazón no se calienta con un jersey normal y tampoco con uno de corazón. Comienza a sonar la música y sus ojos expresan una queja (¡Por fin Spotify!) y una alegría (Música francesa para empezar la mañana).
Tiene las manos frías, vaso cuadrado y café. Dos cucharaditas de azúcar, una voltereta de leche y una cucharilla de té (las cucharillas pequeñas siempre le habían gustado) para agitar la cafeína. Sostiene el vaso con la mano izquierda, está caliente. Y con la otra mano sostiene el último aliento de su cigarro, una calada y lo deja a su suerte.
Suena la música, las ventanas están abiertas, todavía no ha amanecido y espera que en algún momento aparezca alguien con quien compartir el frescor de la mañana y convertirlo en calor.
Enciende una vela porque siempre le ha gustado como suena al apagarla y va directamente al baño, espejo, cepillo de dientes, agua.
Bosteza y...
Sigue teniendo los pies fríos.
Tiene la nariz fría, se pone las manos delante de la cara y echa el aire para así calentar su nariz. Para poder moverla de arriba a abajo como un conejito. Recoge el cigarro que previamente había apoyado en un plato y aspira.
Tiene los pulmones fríos, se pone una mano en el pecho y la otra sujeta el cigarro de forma desafiante. Da una calada a su cigarrillo y hace círculos de humo en el aire.
Tiene el corazón frío y no se pone nada. Sabe que el corazón no se calienta con un jersey normal y tampoco con uno de corazón. Comienza a sonar la música y sus ojos expresan una queja (¡Por fin Spotify!) y una alegría (Música francesa para empezar la mañana).
Tiene las manos frías, vaso cuadrado y café. Dos cucharaditas de azúcar, una voltereta de leche y una cucharilla de té (las cucharillas pequeñas siempre le habían gustado) para agitar la cafeína. Sostiene el vaso con la mano izquierda, está caliente. Y con la otra mano sostiene el último aliento de su cigarro, una calada y lo deja a su suerte.
Suena la música, las ventanas están abiertas, todavía no ha amanecido y espera que en algún momento aparezca alguien con quien compartir el frescor de la mañana y convertirlo en calor.
Enciende una vela porque siempre le ha gustado como suena al apagarla y va directamente al baño, espejo, cepillo de dientes, agua.
Bosteza y...
Sigue teniendo los pies fríos.