Obrigado, querido.

Hoy has abierto un pequeño hoyuelo y, como si del agujero de tu cerradura se tratase, he podido admirar tu mundo(desde fuera desgraciadamente). Un mundo que me encantaría conocer, un himalaya que me gustaría escalar, unas islas en las que me gustaría vivir. Quiero perderme más allá del vano de la puerta, bailar delante de esas hogueras, cantar con las notas de aquel instrumento...

No me gusta discutir, ni buscar tu cara en una calle en la que no estás, en un autobús en el que no estás. No quiero dejar de agradecerte esta llamada. Una llamada que marca con más firmeza este punto de inflexión en mi vida, en la que se recoge una conversación increíble. 

Una llamada que convirtió las certezas en dudas.

Días de frío enerizos (de Enero por supué(sto)) más tarde...

He cogido la gracia de un payaso triste. El amor de un señor de casa. Las sonrisas de una hija agradecida. La música de un trovador de la selva. Los latidos de un colibrí entre las olas. Las ganas de un baile iluminado por el sol. El descaro de un niño en la calle. La confianza de las manos de una madre. Los gestos de un agradecimiento. La (in)seguridad de un salvavidas a la deriva. Los escalofríos de un encuentro. Los abrazos de "nosotros". Los besos de un sueño. La admiración de la madre teresa de calcuta. El arrepentimiento de unas lágrimas. La felicidad de esta noche.

Una bolsa con lo mejor que tengo, una bolsa que abro y extiendo todo lo que tengo encima de una mesa. "Esto es lo que soy" No hay mucho más, esto es lo que espero (R y F) y esto es lo que quiero (Q). Estos son mis sueños y estos de aquí... mis miedos.